Las fiestas de Año Nuevo se cuentan entre las más antiguas de las que aún se celebran en todo el mundo. Su origen se remonta a la Antigua Babilonia, hace más de 4.000 años.
El Año Nuevo de los babilonios duraba once días y comenzaba con la primera luna creciente (o luna nueva) de primavera.
La primavera es la estación del renacimiento, por lo que tiene sentido que el Año Nuevo se realice en ese momento, con el florecimiento de las plantas y el sembrado de las nuevas cosechas (a diferencia del día 1 de enero, que no tiene ninguna relevancia astronómica ni para la agricultura).
Los romanos seguían el mismo patrón que los babilonios, y celebraban el año nuevo en marzo, mes de la primavera, pero conforme los nuevos emperadores, y posteriormente los Papas, iban modificando el calendario a su antojo, el conteo de los días dejó de sincronizarse con el movimiento de la Tierra sobre su propio eje y alrededor del sol, hasta adoptar la forma arbitraria que tenemos en la actualidad (por eso, cada 4 años se debe agregar un día al mes de febrero).
Incluso desde entonces, se tiene la costumbre de estrenar ropa nueva en Año Nuevo, pues el día 1 de enero, se dedicaba al dios Jano, dios que cuidaba el pasado y el futuro (por eso se le agradecía por lo logrado el año anterior y se le pedía buena fortuna para el año nuevo).
¿No te gustaría celebrar el Año Nuevo durante 11 días?
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